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lunes, 24 de septiembre de 2012

Discusión bizantina +

En estos tiempos ágrafos, no falta quien califica impropiamente una discusión como bizantina cuando, como ocurre con frecuencia en nuestro crispado ambiente laboral, la misma alcanza determinadas cotas de fragor o violencia verbal.

Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia Española nos recuerda que en puridad una discusión sólo es "bizantina" cuando es baldía (esto es, inútil), intempestiva (es decir, que no corresponde al momento) o demasiado sutil.  Si bien la sutileza no suele precisamente caracterizar casi nada de lo que ocurre en la moderna oficina, las más de las discusiones que allí tienen lugar son inútiles e intempestivas, además de completamente innecesarias.

El concepto tiene lógicamente su origen en la ciudad que hoy llamamos Estambul. Se contraponen en la frase las preocupaciones de los complacientes habitantes de la entonces capital del Imperio Romano (uno de cuyos temas de conversación favoritos era el muy misterioso sexo de los ángeles, por cierto) con la presencia de los enemigos a la puertas de la ciudad. La connotación es clara: es peligroso ocuparse de nimiedades mientras existen cuestiones más importantes que resolver. En tiempos modernos, la orquesta del Titanic nos ofrece una imagen de parecidas resonancias.

Relevante, en este contexto, resulta también a la fábula que Iriarte dedicó a finales del siglo XVIII a ejemplificar este concepto y que igualmente se ha incorporado a nuestro idioma. Efectivamente, Iriarte nos presenta a dos conejos que discuten sobre si sus perseguidores son galgos o podencos y terminan capturados por los mismos para concluir con su moraleja: “Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo”.

La lengua inglesa nos ofrece una locución de parecidas connotaciones, to split hairs (literalmente, partir o separar pelos).   El Cambridge American Idioms Dictionary define la expresión como "to argue about very small differences or unimportant details" ("discutir sobre diferencias muy pequeñas o detalles sin importancia").  Como se observará, aquí el énfasis está más en lo prolijo e inútil de la conversación que en la existencia de asuntos más urgentes que resolver pero generalmente se emplea con una connotación muy similar.  El verbo to quibble también puede usarse en este sentido.

Ejemplos prácticos:
  • Dedicaron el comité a discusiones bizantinas sobre el procedimiento y no se tomó ninguna decisión importante. They spent the committee splitting hairs about the procedure and no major decision was taken.
  • Mientras discutían si los nuevos lanzamientos de la competencia eran galgos o podencos, nuestra cuota de mercado se desplomó. While they were splitting hairs about our competitors' new launches, our market share plummeted.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Como un huevo a una castaña

Ya nos hemos referido en más de una ocasión al protagonismo que los engaños de toda naturaleza adquieren en el moderno desempeño profesional.  Efectivamente, debemos estar siempre muy atentos para que no nos la cuelen, no nos metan un gol, no nos den gato por liebre y, muy especialmente, que no nos la metan doblada.

Es esencial para nuestra supervivencia laboral que estemos atentos para que, bajo la apariencia de una cosa, no terminemos recibiendo otra muy diferente de la acordada o prometida.  La tendencia al trapicheo que caracteriza nuestras oficinas, o quizá todo nuestro país, obliga a revisar con detalle cualquier aspecto que pueda ser objeto de manipulación o atajo.

En estas ocasiones, no es infrecuente que nos veamos en la tesitura de tener que argumentar las diferencias entre dos elementos claramente dispares que, sin embargo, nuestro interlocutor intenta presentar como semejantes con intenciones siempre arteras.

En el fragor de estas disputas es común que recurramos a la construcción "parecerse como un huevo a una castaña" que, tal como nos indica el Diccionario de la Real Academia Española, se emplea precisamente para "ponderar la desemejanza de cosas que se comparan entre sí".  De forma más general, Mª Luisa Casado Conde define la locución como "no guardar ninguna relación de parecido o semejanza".

Resulta curioso que sean estos dos elementos y no otros los empleados por nuestro idioma para subrayar la diferencia.  Ciertamente un huevo y una castaña son muy diferentes entre sí pero cabe pensar que existen múltiples parejas de cosas cuya disparidad es mucho más evidente o notoria.   Nuestra lengua opta, sin embargo, por estos dos elementos cotidianos que, además, son de uso frecuente en otras muchas expresiones, tanto con sus significados principales como en otras variadas acepciones, algunas de ellas ciertamente zafias.

En todo caso, la lengua inglesa es también bastante caprichosa a la hora de incorporar dos elementos a una expresión muy similar.  Efectivamente, en inglés decimos que dos cosas o personas son "como la tiza y el queso" (like chalk and cheese) para indicar que no se parecen en nada.  Probablemente la elección de esta pareja de palabras, que viene de muy antiguo, trae causa aquí más bien en la propia sonoridad de las mismas.

Ejemplos prácticos:
  • Cuesta creer que sean hermanas porque se parecen como un huevo a una castaña.  It's hard to believe that they are sisters because they are like chalk and cheese.
  • Las cuentas de los dos museos se parecen como un huevo a una castaña; el dinero público supone sólo un 17 % del presupuesto anual del Met pero más del 80 % en el caso del Museo Británico.  The finances of the two museums are chalk and cheese, with taxpayers providing a mere 17% of the Met's annual budget but over 80% of the British Museum's.
  • Comparar aquel partido amistoso y el que tenemos el domingo es como comparar un huevo a una castaña.  To compare that friendly game to next Sunday's contest is to compare chalk and cheese.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¿ Qué cojones ?

Nuestro esporádico pero decidido afán por intentar trasladar al inglés las muchas expresiones coloquiales que contienen referencias a los "cojones" alcanza hoy uno de sus usos más extendidos en nuestro idioma.  Nos referimos al enfático en las formas interrogativas ("¿ qué cojones ?" o "¿ qué coño ?", para entendernos).

Conviene aclarar inicialmente que consideramos que, en este uso, la elección de "cojones" o "coño" para reforzar la frase es una decisión puramente arbitraria, generalmente fruto de la mera costumbre o preferencia de cada individuo. No faltarán quienes consideren que puede haber matices entre usar una u otra pero no somos de esa opinión por lo que trataremos los dos términos como indistintos en lo que sigue.

En este sentido, conviene subrayar que, en el uso moderno de estas expresiones y otras similares, la referencia a unos u otros órganos genitales es completamente independiente del sexo de la persona que las utiliza.  Ello resulta especialmente desconcertante al escuchar en boca de mujeres expresiones como "salir de los cojones" o "estar hasta los cojones".  Nótese, en todo caso, que sus equivalentes con la palabra "coño" resultan, al menos a oídos del autor, notablemente más zafias.

La gradación en el contenido enfático (y malsonante, a partir de un punto) que podemos emplear al formular una pregunta en castellano puede igualmente expresarse en inglés tal como ilustramos a continuación:
  1. ¿ Qué has dicho ? What did you say ?
  2. ¿ Qué demonios/diablos has dicho ? What the hell did you say ?.  También encontramos con frecuencia este registro en su variante what the heck ? y en otras similares, entre las que la favorita del autor es, sin duda, la muy literaria what the Dickens ?
  3. ¿ Qué cojones/coño has dicho ? What the fuck did you say ?
Es efectivamente what the fuck ? la forma más equivalente a la que nos ocupa hoy.  Su uso es tan generalizado que incluso puede emplearse sin más para expresar estupefacción, con el sentido de "¿ qué coño me estás contando ?".   Con ese mismo valor es frecuente también encontrarla abreviada ("WTF") en foros, sms y otros mensajes escritos.

Su sencillez misma permite, además, su extensión a todo un amplio repertorio de preguntas, tal como también ocurre en nuestro idioma y ejemplificamos a continuación, tanto en la forma directa como en la indirecta. En el segundo caso, pongamos como siempre especial atención en no liarnos en la colocación del verbo auxiliar.
  • ¿ Cuándo coño piensas pagarme la apuesta ? When the fuck do you intend to pay me the bet ?
  • Le pregunté de dónde cojones venía. I asked him where the fuck he was coming from.
  • Se negó a decirme por qué cojones no había venido a trabajar. He refused to tell me why the fuck he hadn't come to work.
  • ¿ Cómo cojones has entrado aquí ? How the fuck did you come in ?
  • ¿ Quién coño te crees que eres ? Who the fuck do you think you are ?

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Dar gato por liebre

Aunque las obligaciones preferentes hayan situado la cuestión en las portadas de los medios de comunicación, puede afirmarse que el engaño, más o menos malintencionado, es elemento omnipresente y universal en las operaciones mercantiles desde el principio de los tiempos.  Quizá por ello, ya el derecho romano más antiguo contenía el principio de caveat emptor, que situaba en el lado del comprador la obligación de cerciorarse de la naturaleza y calidad de la mercancía adquirida.

En la oficina moderna no faltan engaños de todo tipo, muy señaladamente en lo que tiene que ver con las condiciones laborales.  Los cambios de función, especialmente si llevan aparejados ascensos de categoría o traslados geográficos, deben evaluarse con suma cautela pare evitar malentendidos o abusos que son, sin embargo, muy frecuentes en nuestras empresas.

Decimos en estos casos que nos han "dado gato por liebre", expresión que trae causa de los engaños en los antiguos mercados.  En los mismos, con frecuencia se vendían los animales, muchas veces vivos, dentro de una bolsa por lo que estaba a la orden del día la práctica de hacer pasar por especies demandadas (liebres o conejos, por ejemplo) otras de tamaño similar pero cuya carne no se consume habitualmente, al menos a sabiendas (gatos y perros, generalmente).

El Diccionario de la Real Academia Española recoge la construcción "dar gato por liebre", asignándole el valor de "engañar en la calidad de algo por medio de otra cosa inferior que se le asemeja".  En parecidos términos se expresa el Diccionario de Uso del Español que hace equivaler la locución a "engañar haciendo pasar una cosa por otra mejor".

En inglés disponemos de una expresión de idénticos origen y significación, aún cuando las referencias animales difieren.  Se trata de a pig in a poke ("un cerdo en una bolsa") que solemos encontrar generalmente en recomendaciones de extremar la prudencia a la hora de adquirir algún bien o servicio.  El Cambridge Advanced Learner's Dictionary define la expresión como "something that you buy or accept without first seeing it or finding out whether it is good" (es decir, "algo que compras o aceptas sin previamente verlo o comprobar que es bueno").

Demostrando la proximidad conceptual, en inglés encontramos al gato de nuestra expresión metido en una bolsa en otra construcción similar (to let the cat out of the bag) que tratamos hace tiempo al referirnos a la locución "levantar la liebre" cuyo origen está probablemente más cercano a lo cinegético que a oscuros tejemanejes comerciales.

Ejemplos prácticos:
  • Cuando recibí los auriculares que había comprado en ebay resultó que me habían dado gato por liebre.  When I received the earphones I had bought on ebay, it turned out I had got a pig in a poke.
  • ¿ Le dieron gato por liebre a Daimler cuando compró Chrysler o fue un problema de mala ejecución ? Did Daimler buy a pig in a poke when they acquired Chrysler or was it a case of bad execution ?

lunes, 10 de septiembre de 2012

Dejarlo estar +

Para llegar a viejo con salud y cierta alegría de vivir es muy importante aprender a "dejar estar" aquellos temas más o menos desagradables que no se pueden resolver fácilmente. Los sofocos en estos casos no conducen a nada distinto del sinsabor y la frustración. Una actitud distante de los problemas, unida a la sordera bien administrada que siempre recomienda la madre del autor, contribuye a alcanzar una mínima paz interior tan necesaria en este mundo descreído y hostil.

No es ningún secreto que en el ambiente laboral también existen muchas circunstancias que conviene dejar estar para no consumirnos en movidas innecesarias que no conducen a nada más que a enfrentamientos y situaciones desagrables. Dejar estar los temas es, además, mucho más productivo a la hora de vernos reconocidos en la organización.  A casi nadie se le orilla por ser poco resolutivo pero sí a muchos por ser problemáticos que, en estos tiempos y paradójicamente, no quiere decir que generen problemas sino que intenten resolverlos.

En inglés, esta idea de no querer entrar en un asunto espinoso o desagradable puede expresarse de manera bastante precisa utilizando una locución muy visual y evocadora: let sleeping dogs lie (que podemos traducir como "dejar que los perros sigan durmiendo").  El Cambridge Advanced Learner's Dictionary nos indica que esta expresión se emplea para advertir a alguien de que no hable de una situación desagradable que casi todo el mundo ya ha olvidado ("said to warn someone that they should not talk about a bad situation that most people have forgotten about").

Ejemplos prácticos:
  • En mi opinión, creo que haríamos mejor dejándolo estar porque no creo que ganemos nada con ese tipo de reclamación.  In my opinion it would be better to let sleeping dogs lie as there would be no mileage to be gained from such a claim.
  • Me invitó a su comida de Navidad pero, después de la movida que montó su hermana la última vez, le dije que mejor lo dejábamos estar. She invited me to their Christmas lunch but after the fuss her sister made last time, I told her I'd rather let sleeping dogs lie.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Quitar lo bailao +

La vuelta de las vacaciones resulta siempre penosa, con independencia de las circunstancias profesionales o económicas en que nos encontremos.  Cuando las vacaciones han sido particularmente agradables, como ha sido el caso este año para el autor, el contraste con las penurias y sinsabores de la oficina moderna es casi insoportable.

Sin duda lo que más contribuye a esa desazón, que ha dado últimamente en denominarse "síndrome depresivo post-vacacional", es la necesidad de retomar determinados marrones que dejamos pendientes y que ingenuamente esperábamos encontrar resueltos a nuestra vuelta.  A estas alturas deberíamos saber que, en la oficina moderna, los marrones ni se crean ni se destruyen, simplemente se transforman.  Sin embargo, el reencuentro con esa realidad sigue suponiendo un choque que pone a prueba nuestra resistencia psicológica.

Uno de los factores que suele contribuir a hacer más llevadero este período angustioso es el recuerdo y la exaltación de los momentos vividos durante las vacaciones, especialmente si las mismas han sido particularmente intensas o satisfactorias.  Decimos entonces esa frase españolísima de "que me quiten lo bailao", generalmente pronunciado así aún cuando también la encontramos con "bailado".

El Diccionario de la Real Academia Española la recoge precisamente con esa forma más fina y afirma que esta locución verbal de carácter coloquial se utiliza para "para indicar que, sean cualesquiera las contrariedades que hayan surgido o puedan surgirle a alguien, no pueden invalidar el placer o satisfacciones ya obtenidos".  En muy parecidos términos, el Diccionario de Uso del Español de María Moliner indica que se emplea para manifestar que "los reveses no pueden invalidar lo ya disfrutado".  Mª Leonisa Casado Conde en "¡ Se Dice Pronto !" aporta una definición similar y califica muy acertadamente la frase como "expresión de conformidad".

En la oficina moderna es precisamente ese carácter conformista el que prevalece frente a otro más desafiante y chulesco que también puede presentar la expresión.  No en vano, existe incluso un tango con el título "Que me quiten lo bailado", compuesto por Miguel Bucino, y que termina en este tono casi retador:

Qué querés que le haga, hermano, si nací pa' morir pobre,
con un pucho entre los labios y en un tango entreverau.
Juego, canto, bailo, río, y aunque no me quede un cobre,
al llegar la última hora, que me quiten lo bailao.

En todo caso, se entenderá que los muchos matices que presenta esta expresión resultan particularmente complicados de trasladar al inglés por lo que sólo podemos aspirar a un éxito parcial.

Primeramente, podemos sugerir, por su similitud formal, la expresión they can't take it away from me cuyo objeto podemos variar según el contexto.   La expresión fue inmortalizada a su vez en 1937 en una extraordinaria canción de George e Ira Gershwin que ha conocido múltiples versiones aunque probablemente ninguna como la de Ella Fitzgerald con Louis Armstrong.

Otra forma de expresar la misma idea, y con una connotación conformista muy adecuada para el contexto laboral, es recurrir a la inmortal frase de Humphrey Bogart en la escena final de la película Casablanca: we'll always have Paris ("siempre nos quedará París") que os ofrecemos en una desacostumbrada irrupción del video en nuestra página:


Ejemplos prácticos:
  • La verdad es que la vuelta de mi año sabático ha sido muy dura pero que me quiten lo bailao.  The truth is that coming back from my sabbatical was really hard but they can't take it away from me.
  • Después de tantos años trabajando juntos, el cierre de la oficina fue un golpe duro para todo el equipo pero que nos quiten lo bailao.  After so many years working together, the closing of the office was a blow to everyone in the team but we'll always have Paris, I suppose.